El hombre de la cuarentena que es papá ahora está en casa, puede participar del plan diario de quienes habitan el hogar o mantener su tiempo reservado a otras necesidades -internas o externas-. Su espacio productivo una vez que se mudó a casa pasaron varias cosas, una de ellas es que perdió el exterior. Allí podía trabajar, hacer deportes, socializar. Con este cambio, se da como una especie de nueva domesticación, ésta será integrada o rechazada según la personalidad del papá en cuestión. No se sabe cuántos cambios podemos dar cuenta una vez contemos con la vacuna y se retomen las actividades en el espacio de lo público, pero si hay algo que se introdujo en el día a día es #cuidar. Eso es lo realmente novedoso, hablo en un sentido de humanización. En esta domesticación hay una situación muy compleja, convivir con la familia refiere a que estarán allí con toda su realidad demandando ayuda, compañía incluso comprender esta cosa tan peligrosa como lo es el virus o la experiencia del encierro.
Los más jóvenes verán en los adultos las estrategias para lidiar con las emociones y las dificultades que plantea la pérdida de la cotidianidad como las nuevas exigencias. En realidad esto es difícil, negarlo traerá mayores inconvenientes. Se trata de pensar, de hacer presencia, de controlar la mediación de las pantallas, de reconocer las necesidades que se presentan. Esta vez hay tiempo, no se lo pierda