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Quiero el divorcio


Hay un día y ese día llega.

No se sabe en qué terminará pero en ese instante uno de los dos dice que basta. Ambos se rodean de múltiples razones, hay un saber al respecto pero nada de eso da luces sobre lo que viene a continuación.

Es posible que después de una buena cantidad de años juntos no se quieran las mismas cosas e incluso no sean los mismos, recuerda incluso un contrato donde hay en juego mucho más que letras grandes y chiquititas.

Si el matrimonio, la vida en pareja, es resultado de un deseo y de un plan de acción (copia de las llaves, espacio en el armario, cuenta bancaria, distribución de discos y libros), pues les aviso que el divorcio también.

La diferencia, entre muchas más, es que la desolación ha tocado la puerta, perdón, la derriba. Y no hay cabeza, mente, tampoco cuerpo para dar el próximo paso. Y además ¡Espera! ¿Qué próximo paso?

Parece tratarse de un cambio más en este continuo de la vida, que pone en juego una infinidad de temas y todos requieren máxima atención. Los hijos, la logística de casa, la economía, el malestar propio, los planes, los cumpleaños y navidades. El duelo y la nueva vida, dos temas fáciles de mencionar y pendientes por trazar y fundar.

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