Ser venezolano, en Venezuela y tierras afuera, es un trabajo.
Hay una realidad que aparece en los medios, a través de las instituciones, de voceros, de personas comunes. Leerles, verles, encontrar veracidad en lo que se dice. Encontrar algo que pueda sumar al día, para hacerle llevadero o algo más que eso, vital se me ocurre. Y eso sería posible a través de la experiencia del placer, poniendo en juego los recursos propios.
En esa magia ocurre la comprensión, Hannah Arendt da cuenta en sus textos de ello. Integrar algo de la realidad, la más adversa, que permita hacerse un lugar en armonía. Es decir, que alcance para vivir, muy distinto a sobrevivir. Esto no quiere decir que deba darse un movimiento en la opinión hacia el consentimiento, no. Se trata de que a través de su opinión de cuenta de lo rechazado, incluso odiado porque hace daño. Ese decir será entonces algo nuevo, hablará de sí, será testimonio de un acontecer, da cuenta de su comprensión.
La opinión viene del pensar, un ejercicio en marcha, que intenta dar lugar a sus ideas. Viene de su omnipotencia y también de su desvalimiento, tiene de su fuerza y de su impotencia. Es así de abstracto y complejo, es su riqueza.
Ser venezolano nos mantiene muy ocupados, es un trabajo. No sería un gran deseo que de este inevitable proceso desembarque lo nuevo?
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