Quienes se interesan por consultar a un especialista estudioso y entrenado sobre el funcionamiento mental, suelen asistir llevados por una inquietud, un malestar acerca de sus relaciones, sus necesidades, sus deseos, su identidad, sus decisiones.
El presente, el tiempo que transcurre, está lleno de dudas. Las certezas pierden vigor. Y el futuro quita hasta el sueño. Los malestares en cuerpo o en mente, restan disposición. Frases como “no me reconozco” brotan con facilidad y eso está bien, un momento de total honestidad permite hacer consciente temores a los que se les ha inhibido el acceso. Es normal, pasa que negar es una defensa.
Al iniciar el camino del autoconocimiento, labor que implica observar, reconocer, analizar, comprenderse a sí mismo, requiere de un esfuerzo enérgico que va a surgir como respuesta a la presencia de un malestar.
La angustia, ese exceso de animosidad, es la que aportará el impulso necesario para atender las alertas, el llamamiento de prestar auxilio a lo que está allí incomodando, desorganizando.
Conocer quien se es, es una elección, una decisión. Este plus es el efecto terapéutico del autoconocimiento.
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