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Salud mental en línea


La migración venezolana movilizó miles de personas hacia los países vecinos y más lejanos, ciudades ajenas de su cotidianidad.

Las dificultades de integración a la nueva cultura y el duelo generado por la separación de sus hogares y familias ocasionó daños y malestares de los que es posible dar cuenta cuando se alcanza un mínimo de estabilidad.

Cuando por fin se dispone de trabajo y techo se flexibilizan las defensas y las emociones toman a sus anchas el espacio permitiendo que la angustia y la tristeza, por tanto tiempo denegada y contenida, haga presencia. Es este momento que nos contactan, llaman a sus terapeutas, se busca alguno que le pueda atender. Y es así que les recibimos para dar juntos lugar a la palabra, al trabajo terapéutico.

Los terapeutas venezolanos les es cotidiano trabajar a través de los medios digitales, el migrante consigue en sus paisanos contactarse con su identidad. No hay en este contexto mucho tiempo para las explicaciones pues es la casa lo que urge y la historia y el lenguaje común permite que la intimidad se presente, para hacerse de la cura que este hablar, este encuentro, pueda facilitar.

No es fácil. Las interrupciones en el servicio de datos recuerdan esta gran imperfección: que el encuentro es digital y que en realidad se está solo (que es distinto a la soledad o a la desolación). Tolerar esa particularidad refiere a un entrenamiento que es esencial, que la existencia es individual, que como entidad se dispone de un solo cuerpo.

¿Cuál es el final de esta pequeña narración? Bueno, pues que sí. El proceso terapéutico a través de medios digitales permite que el paciente pueda dar a lugar a su momento, reunir sus piezas, leer sus sentidos, comprenderse como parte de una mecánica en la que además de inscribirse escribe y finalmente sostenerse amablemente para elaborar su conflicto y crear las alternativas posibles.

Es una labor gentil.

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